domingo, 19 de enero de 2014

Turistas emocionales

Entre gotas que llegan a mi ventana, un aire helado que traspasa los cristales, una asombrosa sensación de optimismo, que si ahondo sobre esto es desigual, funciona como péndulo sobre mis emociones, es una especie de turista, si, un turista que cuando centra su recorrido me hace sentir, cuando no, me deja verlo como algo que fue o lo que vendrá todo depende del costado en que oscila; y mi obstinado empeño de reciclaje interno, me encuentro con viajantes que han pasado por el camino que llega al pueblo, una pequeña aldea llamada "yo", el recuerdo falla en los nombres, las caras y hasta en el tiempo pero atina en lo que dejó, es así como funciona, no necesito saber más que lo que marcó en mi vida. Allí es donde converge el café de los viernes, el desayuno en el Quimet, el almuerzo en Paco, el viaje a la Toscana, los mates con la nona, la cena en París, el viaje a las estrellas en el Arenal, la disertación sobre la existencia humana mirando la Osa Mayor mientras la arena y el mediterráneo nos recordaba cuan reales somos y en qué grado estamos unidos a ellos, los llamados a media noche, y hasta el comprometido silencio de ser "dejada" por alguien.
Me quedaré en este ultimo excursionista que redime a un conjunto de personas que salieron de la aldea como escapando ya que al transitar las calles de mi yo descubrieron la discrepancia entre lo externo y lo interno, quizá miedo, quizá por haber cumplido su objetivo, quizá porque aparecieron las respuestas o quizá por el asombro de la lejanía, todos marcharon sin despedidas, todos olvidaron algo, todos están en lo que soy, su totalidad hizo mi hoy.

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