Si
sabes cómo hacerlo… hazlo.
Esta
frase me salió de un mensaje de las redes, y hoy es un día en que me gustaría
contarles lo que me hizo sentir.
Muchas
veces aún intentándolo desistimos, es en el mismo momento que dejo de creerme
capaz y abandono, es cuando mi entusiasmo se convierte en rutina, cuando aparco
las ganas para librarme a lo que surja, cuando dejo que me consuma lo fácil,
tiro la toalla dando como ganador al fracaso.
Esto
sucede cuando mi conciencia dormita, se toma una siesta y lo permite, y la
lógica realidad sale a construirme el presente, aprovechando el espacio vacio,
lo llena de dudas, preguntas y hasta de oscuras sombras del pasado, adentrándome
a lo sufrido, entiendo que esto nos
termina pasando a todos por algunos momentos de nuestras vidas, algunos se
dejan arrastrar y otros lo tomamos como un descanso asumible de nuestros
sueños, en cuanto pasa nos reciclamos, avanzamos, nos entendemos como docentes
de vida.
Hace
un tiempo atrás suponía que la gran variedad de formas de avanzar nos conducían
hacia el mismo lugar, con los años me doy cuenta que no, solo quien nos conduce
al crecimiento es la carretera del sentido común, ese señor tan nombrado y tan
poco utilizado.
Mientras
retomo mis trozos de este descanso, siento la inmensa presión de llegar a él,
ese que me hace vibrar con una sola palabra, ese mismo que hace un tiempo atrás
me dejó tirada, el mismo que un día decidió que nos quedaban treinta y nueve
años para estar juntos, el que me cuidó cuando más sola estuve, el que no dejó
un solo instante en mis presentes infinitos, llenos de momentos
felices, encuentros inauditos, tardes de amigos, citas a ciegas, incertidumbres, angustias, desolaciones, el
que un día de otoño se presentó ante mi diciendo “te quiero”, ese mismo que
tiene un nombre tan corto que casi ni lo nombro, solo pensarlo está aquí: “YO”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario