lunes, 12 de agosto de 2013

Diamantes...

Mis diamantes
A lo largo de mi camino he encontrado dos de los cuatro diamantes que según la leyenda se necesitan para hacer el circuito de la vida.
Mi primer diamante fue mi primogénito, con él comencé a transitar el camino del saber, del educar sin tener idea cómo, de suplir horas mías para aprender a compartir horas con él, de tener la capacidad de entender una mirada, un llanto, un balbuceo y hasta el mínimo movimiento de su cuerpo, también mi hijo mayor me enseñó el valor de sonreír, de salir adelante solo con su "mamá" , de crecer a su ritmo para reconocer a su generación, y hasta sentirme culpable por esa... falta de instinto materno de quedarme despierta hasta que regresara, mi primer diamante tocaba mis pies y me despertaba para decirme que había regresado a casa sano y salvo, me ha enseñado a tener una discusión con maletas preparadas, una reconciliación con un daikiri en la playa solos, y a reír de los celos cuando temía que no fuera solo para él; sí que he aprendido, a amar sin condiciones, sin necesidades, libre con la sensación de saciedad de afecto, a sentir en la distancia y percibir la cercanía de su voz, sí mi primer diamante me ha dado el beneficio que genera perder el miedo, de presentarme al mundo tal como soy sin importar si al mundo le caes bien o mal, y sobre todo el valor de la autenticidad con cada persona que camina por tu vida.
Mi segundo diamante, el pequeño de la familia, en plena adolescencia transita por mis días siendo ejemplo, sí, ejemplo de constancia en sus sueños, de dedicación a cada tarea que realiza, de paciencia con una madre algo complicada, yo, de buen amigo con sus compañeros de Instituto, de buena persona ante su equipo de fútbol, un agradecido en silencio por cada logro que vamos obteniendo, en sus pocos años convierte mis días en suplementos de experiencias que complementan las ya vividas, es la persona que su día a día contagia la seguridad de que todo saldrá bien, es mi ejemplo de que un chiste a las siete de la mañana cambia el desayuno rutinario por el mejor café, de que amar a su perra la convierte en su hermana menor y su despedida en el rellano del edificio nos deja a las dos un vacío hasta las cinco de la tarde en que lo esperamos casi desesperadamente, la perra en la puerta y yo ojeando el móvil comprobando la hora.
Mis dos diamantes hasta ahora me están preparando para la llegada de los que faltan, esos que estoy segura, harán del amor incondicional que vivo con ellos extensivo hacia los demás, y la paciencia en la mezcla de ejemplo lograran la empatía que aun  me falta afinar.
Por el momento soy capaz de sorprenderme ante la mirada de mis hijos, los diamante que van quitando las capas y cada día me descubro desde la simplicidad, desde lo cotidiano... que soy

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