Hay días en los que, en una simple charla de café un domingo por la mañana, te transporta a conocimientos o lecturas casi olvidadas, detalles de historias tan hechas tuyas que es difícil distinguir a quien se le ocurrió, si al escritor o a ti como lector, y es que cuando un libro te deja pensando, te deja con finales cerrados para la historia pero inmesamente abierto a tu historia, da vuelta tu sentido común en función a la velocidad que gira la tierra, hace que tengas la extraña sensación de querer un mordisco de "eso" que dice, cuando hace que escarbes dentro de la memoria aquellos momentos que detuvieron tu respiración, es allí cuando la necesidad de querer volver a leerlo aparece, y como te sabes la historia, revives algunas situaciones, y otras las descubres, porque es donde entiendes que una frase, una historia, un párrafo, tiene una edad para ser asimilado, tiene el espacio necesario para que tu lo madures, tiene la magia de abrirte un nuevo camino y por sobre toda las cosas... posee la ilusión de volver a posarse en tus manos.
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